La relatividad de la importancia de las funcionalidades

jul. 15, 2025

Lo urgente no siempre es importante, lo importante casi nunca es permanente.

Al arrancar un proyecto de software todo parece crucial. Sobrevaloramos nuestras ideas y la capacidad del equipo; queremos llevar a producción cada concepto que imaginamos. Sin embargo, ese impulso suele ser un error, porque la relevancia de una funcionalidad depende del sistema de referencia: la fase del producto, las limitaciones del negocio y la energía real de las personas que lo construyen.

Todo es importante… hasta que deja de serlo

En las primeras fases de un proyecto solemos enumerar decenas de funcionalidades “imprescindibles”. Con el paso de los meses la mitad resultan prescindibles, un cuarto cambian por completo y solo unas pocas sobreviven intactas… para descubrir después que casi nadie las usa. Conocer el público objetivo y la experiencia son los mejores aliados para saber diferenciar lo realmente importante para el producto y lo que no, al final, evitar funcionalidades innecesarias ahorra horas, dinero y más de un dolor de cabeza.

En el día a día solemos sobreestimar lo que podemos desarrollar y subestimar el coste de mantenerlo. Cada nueva funcionalidad es una pieza más que puede fallar y un frente adicional que vigilar. Queremos ver materializadas todas nuestras ideas, pero por lo general, la mayoría sobran. Identificar a tiempo qué features posponer o descartar no es mala planificación; al contrario, significa asumir que:

  1. El contexto de negocio puede mutar.
  2. Los usuarios descubren (y descartan) necesidades.
  3. El equipo debe aprender y refinar su visión.

Entender esta relatividad te protege de dos trampas muy comunes:

Parálisis por planificación

Planificar está bien; creer que podemos anticiparlo todo es el principio del estancamiento. El equipo entra en un bucle de debates infinitos: ¿Por qué añadimos esta funcionalidad y no aquella otra?, ¿qué pasa si retrasamos la integración con el proveedor externo?, ¿y si los usuarios nunca utilizan el módulo avanzado?. Cada respuesta genera nuevas preguntas y la sensación de seguridad nunca llega. Mientras tanto, el calendario avanza y la motivación cae porque nadie ve progreso tangible. Llegados a ese punto, cualquier cambio externo —una estrategia revisada, la entrada de un competidor, una nueva regulación— invalida parte del análisis previo y toca empezar de cero.

Cómo romper el bloqueo: fija un time-box para la definición (por ejemplo, dos semanas), construye un prototipo mínimo y valida hipótesis en producción cuanto antes. El aprendizaje real sustituirá a la ilusión de certeza.

Efecto túnel

El polo opuesto es avanzar con la mirada clavada en la línea de código, ignorando las señales del entorno. Pasan los meses y seguimos trabajando en una funcionalidad que ya no emociona a nadie, pero “estaba en el roadmap”. Aquí manda la falacia del coste hundido: cuesta admitir que lo invertido no se recuperará insistiendo. El resultado es un producto que crece en complejidad, no en valor, y un equipo exhausto que defiende algo que hace tiempo dejó de importar a casi todos.

Cómo evitarlo: agenda revisiones regulares de métricas, celebra los kill switches y reserva tiempo para mostrar el trabajo a usuarios reales. Si el impacto no se ve es momento de parar, pivotar o podar.

Por qué la importancia es relativa

La importancia de una tarea depende de tres ejes que se desplazan constantemente:

  1. Valor de negocio: ¿cuánto contribuye de forma medible a los objetivos actuales?
  2. Valor para el usuario: ¿soluciona un problema real o mejora la experiencia hoy, no mañana?
  3. Coste de oportunidad: ¿qué dejamos de hacer —y de ganar— por dedicarle tiempo?

Cuando uno de estos ejes se desplaza, la prioridad también lo hace. Por eso un backlog caduca en cuanto se dejas sin revisar. Si quieres ver cómo traducir esta teoría en un plan de trabajo tangible, echa un vistazo a nuestro artículo sobre milestones y priorización de tareas.

Casos reales de funcionalidades descartadas

Si una funcionalidad no encuentra tracción, conviértela en aprendizaje, no en legado.

Producto / Año de baja Funcionalidad retirada Motivo oficial Lección para tu backlog
Twitter – Fleets (2020 → 2021) Historias efímeras No generó nuevas conversaciones Copiar formato ≠ mismo engagement.
YouTube – Stories (2018 → 2023) Vídeos 24 h Uso residual fuera de grandes canales El tamaño de la audiencia no garantiza adopción.
LinkedIn – Stories (2020 → 2021) Historias profesionales “No encajaba con el tono de la red” El contexto dicta el formato.
Microsoft Office – Clippy (1997 → 2007) Asistente animado Percepción de intrusivo Un helper molesto mata productividad.

Estos ejemplos demuestran que la importancia percibida de una funcionalidad puede evaporarse rápidamente cuando:

  • Los usuarios no la incorporan a su rutina.
  • El valor añadido no supera la fricción.
  • Existe otra forma más sencilla de resolver el mismo problema.

Revisa tu backlog con esta lente y otorga licencia para “matar features” sin remordimiento.

Cambiar de idea no es un pecado, sino un ahorro

En desarrollo de producto, pivotar es eficiencia, cada semana que persistes en algo sin valor crece el coste hundido y tu deuda motivacional.

Para reducir el apego irracional:

  • Visualiza el coste total en euros/horas de mantener cada ítem “por si acaso”. WorkIO te ayuda a contabilizar el tiempo que dedicas a una funcionalidad, para poder estimar sobre datos y no sensaciones.
  • Mide resultados temprano (feature flags, AB testing, fake-door tests). Conocer el uso de tu aplicación te proporciona una información muy valiosa que te facilita la toma de decisiones correcta.
  • Celebra las decisiones de kill switch casi tanto como los lanzamientos. Ser capaz de diferenciar aquellas funcionalidades realmente importantes de las que no lo son tanto deberían ser motivo de celebración.

Cuidado con las tijeras

Inspirarte en los casos anteriores no significa salir con la motosierra en mano. Eliminar por eliminar es tan peligroso como no eliminar nunca. La clave está en cortar con bisturí, no con machete, y para eso conviene apoyarse en cuatro herramientas:

  1. Datos de uso.
    Mira las métricas antes de decidir. Si una pantalla registra un 2 % de visitas, pregúntate por qué antes de borrarla: quizá el flujo esté escondido o mal comunicado.

  2. Feedback cualitativo.
    Entrevistas, grabaciones de sesión y comentarios de soporte revelan matices que los números no cuentan. A veces una feature poco usada es crítica para un segmento pequeño pero muy rentable.

  3. Mapeo de impacto vs. esfuerzo.
    Visualiza cada funcionalidad en una matriz sencilla: alto impacto / bajo esfuerzo, alto impacto / alto esfuerzo, etc. Quita primero lo que vive en la esquina de bajo impacto–alto esfuerzo.

  4. Pruebas reversibles.
    Desactiva la feature tras un flag o muéstrala solo a un 5 % de usuarios. Si nadie la echa de menos durante dos semanas, tienes una señal clara de que el recorte era seguro.

Recortar bien libera foco y presupuesto; recortar a ciegas siembra deuda oculta que tarde o temprano tendrás que pagar.

La relatividad aplicada a tu carrera

La misma regla se aplica a tus objetivos personales:

  • La certificación que hoy parece esencial puede ser irrelevante en cinco años.
  • La tecnología “hot” de esta década será el legacy de la siguiente.

Aplicar revisiones trimestrales a tu roadmap profesional te mantiene vigente y evita el sunk cost de todo ese tiempo invertido en la dirección equivocada. Si vuelcas toda tu energía en la última tendencia, corres el riesgo de especializarte en algo con fecha de caducidad. Mejor combina la emoción por lo nuevo con la solidez de herramientas contrastadas, en lugar de apostarlo todo al framework de moda del momento. Investiga, lee, experimenta, prueba y decide, sólo tu experiencia es la que te indicará si realmente merece la pena invertir en esa moda del momento, escucha y/ó consulta a los expertos.

Buenas prácticas para gestionar la relatividad

  1. Versiona el backlog: un simple changelog.md con fecha, responsable y racional añade contexto y frena el déjà vu (“¿por qué quitamos esto?”).
  2. Expón el why públicamente: si todo el equipo entiende la métrica o hipótesis detrás de cada prioridad, será más fácil matarla cuando deje de satisfacerla.
  3. Usa time-boxing: intenta reevaluar la necesidad de una funcionalidad cada X semanas.
  4. Mantén la información viva: sin métricas frescas toda discusión acaba en opiniones y jerarquías.

Conclusión

Entender que la importancia es relativa no levanta muros; abre puertas. Esa lucidez nos permite ajustar el rumbo al compás del mercado y de las personas que usan nuestro producto. Los equipos que abrazan la volatilidad sobreviven; los que se aferran a planes rígidos son más propensos a quedarse atrás.

Esto va más allá del código fuente y el desarrollo de software, lo que hoy acapara tu tiempo, una herramienta, un lenguaje, un objetivo personal, mañana puede resultar irrelevante. Evalúa, mide y, cuando sea necesario, cambia de dirección. Rodéate de gente experimentada, son los que pueden ayudarte a encontrar el atajo que necesitas.

Al final, el éxito no está en acertar a la primera, sino en construir el producto que el cliente necesita sabiendo detectar antes que nadie cuándo la diana se ha movido y reajustar la puntería a tiempo.

Happy Coding!

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