Cuando todo parece urgente, nada lo es: cómo las …
Trabajar en software puede convertirse en un laberinto de tareas, ramas y bugs por resolver. Cuando …
leer másLo urgente no siempre es importante, lo importante casi nunca es permanente.
Al arrancar un proyecto de software todo parece crucial. Sobrevaloramos nuestras ideas y la capacidad del equipo; queremos llevar a producción cada concepto que imaginamos. Sin embargo, ese impulso suele ser un error, porque la relevancia de una funcionalidad depende del sistema de referencia: la fase del producto, las limitaciones del negocio y la energía real de las personas que lo construyen.
En las primeras fases de un proyecto solemos enumerar decenas de funcionalidades “imprescindibles”. Con el paso de los meses la mitad resultan prescindibles, un cuarto cambian por completo y solo unas pocas sobreviven intactas… para descubrir después que casi nadie las usa. Conocer el público objetivo y la experiencia son los mejores aliados para saber diferenciar lo realmente importante para el producto y lo que no, al final, evitar funcionalidades innecesarias ahorra horas, dinero y más de un dolor de cabeza.
En el día a día solemos sobreestimar lo que podemos desarrollar y subestimar el coste de mantenerlo. Cada nueva funcionalidad es una pieza más que puede fallar y un frente adicional que vigilar. Queremos ver materializadas todas nuestras ideas, pero por lo general, la mayoría sobran. Identificar a tiempo qué features posponer o descartar no es mala planificación; al contrario, significa asumir que:
Entender esta relatividad te protege de dos trampas muy comunes:
Planificar está bien; creer que podemos anticiparlo todo es el principio del estancamiento. El equipo entra en un bucle de debates infinitos: ¿Por qué añadimos esta funcionalidad y no aquella otra?, ¿qué pasa si retrasamos la integración con el proveedor externo?, ¿y si los usuarios nunca utilizan el módulo avanzado?. Cada respuesta genera nuevas preguntas y la sensación de seguridad nunca llega. Mientras tanto, el calendario avanza y la motivación cae porque nadie ve progreso tangible. Llegados a ese punto, cualquier cambio externo —una estrategia revisada, la entrada de un competidor, una nueva regulación— invalida parte del análisis previo y toca empezar de cero.
Cómo romper el bloqueo: fija un time-box para la definición (por ejemplo, dos semanas), construye un prototipo mínimo y valida hipótesis en producción cuanto antes. El aprendizaje real sustituirá a la ilusión de certeza.
El polo opuesto es avanzar con la mirada clavada en la línea de código, ignorando las señales del entorno. Pasan los meses y seguimos trabajando en una funcionalidad que ya no emociona a nadie, pero “estaba en el roadmap”. Aquí manda la falacia del coste hundido: cuesta admitir que lo invertido no se recuperará insistiendo. El resultado es un producto que crece en complejidad, no en valor, y un equipo exhausto que defiende algo que hace tiempo dejó de importar a casi todos.
Cómo evitarlo: agenda revisiones regulares de métricas, celebra los kill switches y reserva tiempo para mostrar el trabajo a usuarios reales. Si el impacto no se ve es momento de parar, pivotar o podar.
La importancia de una tarea depende de tres ejes que se desplazan constantemente:
Cuando uno de estos ejes se desplaza, la prioridad también lo hace. Por eso un backlog caduca en cuanto se dejas sin revisar. Si quieres ver cómo traducir esta teoría en un plan de trabajo tangible, echa un vistazo a nuestro artículo sobre milestones y priorización de tareas.
Si una funcionalidad no encuentra tracción, conviértela en aprendizaje, no en legado.
Producto / Año de baja | Funcionalidad retirada | Motivo oficial | Lección para tu backlog |
---|---|---|---|
Twitter – Fleets (2020 → 2021) | Historias efímeras | No generó nuevas conversaciones | Copiar formato ≠ mismo engagement. |
YouTube – Stories (2018 → 2023) | Vídeos 24 h | Uso residual fuera de grandes canales | El tamaño de la audiencia no garantiza adopción. |
LinkedIn – Stories (2020 → 2021) | Historias profesionales | “No encajaba con el tono de la red” | El contexto dicta el formato. |
Microsoft Office – Clippy (1997 → 2007) | Asistente animado | Percepción de intrusivo | Un helper molesto mata productividad. |
Estos ejemplos demuestran que la importancia percibida de una funcionalidad puede evaporarse rápidamente cuando:
Revisa tu backlog con esta lente y otorga licencia para “matar features” sin remordimiento.
En desarrollo de producto, pivotar es eficiencia, cada semana que persistes en algo sin valor crece el coste hundido y tu deuda motivacional.
Para reducir el apego irracional:
Inspirarte en los casos anteriores no significa salir con la motosierra en mano. Eliminar por eliminar es tan peligroso como no eliminar nunca. La clave está en cortar con bisturí, no con machete, y para eso conviene apoyarse en cuatro herramientas:
Datos de uso.
Mira las métricas antes de decidir. Si una pantalla registra un 2 % de visitas, pregúntate por qué antes de borrarla: quizá el flujo esté escondido o mal comunicado.
Feedback cualitativo.
Entrevistas, grabaciones de sesión y comentarios de soporte revelan matices que los números no cuentan. A veces una feature poco usada es crítica para un segmento pequeño pero muy rentable.
Mapeo de impacto vs. esfuerzo.
Visualiza cada funcionalidad en una matriz sencilla: alto impacto / bajo esfuerzo, alto impacto / alto esfuerzo, etc. Quita primero lo que vive en la esquina de bajo impacto–alto esfuerzo.
Pruebas reversibles.
Desactiva la feature tras un flag o muéstrala solo a un 5 % de usuarios. Si nadie la echa de menos durante dos semanas, tienes una señal clara de que el recorte era seguro.
Recortar bien libera foco y presupuesto; recortar a ciegas siembra deuda oculta que tarde o temprano tendrás que pagar.
La misma regla se aplica a tus objetivos personales:
Aplicar revisiones trimestrales a tu roadmap profesional te mantiene vigente y evita el sunk cost de todo ese tiempo invertido en la dirección equivocada. Si vuelcas toda tu energía en la última tendencia, corres el riesgo de especializarte en algo con fecha de caducidad. Mejor combina la emoción por lo nuevo con la solidez de herramientas contrastadas, en lugar de apostarlo todo al framework de moda del momento. Investiga, lee, experimenta, prueba y decide, sólo tu experiencia es la que te indicará si realmente merece la pena invertir en esa moda del momento, escucha y/ó consulta a los expertos.
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con fecha, responsable y racional añade contexto y frena el déjà vu (“¿por qué quitamos esto?”).Entender que la importancia es relativa no levanta muros; abre puertas. Esa lucidez nos permite ajustar el rumbo al compás del mercado y de las personas que usan nuestro producto. Los equipos que abrazan la volatilidad sobreviven; los que se aferran a planes rígidos son más propensos a quedarse atrás.
Esto va más allá del código fuente y el desarrollo de software, lo que hoy acapara tu tiempo, una herramienta, un lenguaje, un objetivo personal, mañana puede resultar irrelevante. Evalúa, mide y, cuando sea necesario, cambia de dirección. Rodéate de gente experimentada, son los que pueden ayudarte a encontrar el atajo que necesitas.
Al final, el éxito no está en acertar a la primera, sino en construir el producto que el cliente necesita sabiendo detectar antes que nadie cuándo la diana se ha movido y reajustar la puntería a tiempo.
Happy Coding!
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